Han pasado muchos años, era un crío de 4 años inconsciente aún de lo que el destino me depararía pero aún recuerdo perfectamente cuando acompañaba a mi padre y  entrábamos de madrugada en el coto y le hacía parar en el árbol de los ahorcados, si, el árbol de la muerte, un lugar visible donde el cotero exhibía colgados los cuerpos de las “ alimañas “ que había matado (eran otros tiempos) con el fin de que los socios del coto pudieran constatar que éste realizaba bien su trabajo. Invadido por la curiosidad, recuerdo cientos de salidas acompañando a aquel cotero y otros muchos del gremio para observar como realizaban su labor, absorbiendo minuciosamente con mucho detalle cómo seguir veredas, rastros y huellas, información y datos acumulados que se quedaron grabados en mi memoria y que actualmente me facilitan el trabajo para llevar a cabo mis proyectos fotográficos y mis labores de seguimiento de especies amenazadas.